A finales de los años sesenta, cuando los grupos de rock y artistas de otras disciplinas en Estados Unidos protestaban contra la guerra de Vietnam, un ya viejo y desmejorado Elvis Presley se metió, literalmente sin permiso, a la Casa Blanca y le exigió al entonces presidente Richard Nixon, una credencial de agente antinarcóticos. Pese a que todos los funcionarios no daban crédito de que el llamado "Rey" estuviera ahí, el mandatario lo aceptó con gusto y al terminar, después de darle lo que quería, se tomó una foto con el tipo de Graceland, en una imagen que quedó para la posteridad.
Si bien es cierto que este blog no es para hablar de rock, llama la atención el número de cantantes que participan cada vez más en la política, y el hecho de que los presidentes y funcionarios de esa índole se aprovechan de esa imagen para llegar a cierto sector de la población y usarlo como mejor convenga.
En el 2005, el propósito del festival Live 8 era convencer a los miembros de los ocho países más desarrollados del mundo de terminar con la deuda del Tercer Mundo. Sin embargo, días después se supo que el acuerdo estaba hecho desde semanas antes y los recitales sirvieron sólo para la promoción de los organizadores.
¿Quién gana y quíen pierde credibilidad? ¿Los artistas o los políticos? ¿Quién es instrumento de quien? Por Oscar Zamora